¿Cómo quisieras que te recuerden cuando ya no estés?
Es una pregunta que su contestación describe muy sencillamente cuál será tu legado.
Generalmente, cuando conversamos sobre el legado de alguien, cometemos el error de esperar a dialogarlo más bien cuando una persona está al borde del retiro, en su vejez, o como parte de su elogio fúnebre en el día de su entierro.
Digo error porque al procrastinar esta pregunta en el presente, sin percatarnos, adoptamos una actitud pasiva, la cual nos conduce hacia la improvisación de nuestras decisiones más importantes, en lugar de concienzudamente operar con nuestra reputación en mente.
Es lo que el autor Michael Hyatt recalca en su libro “Living Forward: A Proven Plan to Stop Drifting and Get the Life You Want” cuando dice que si operamos sin introspección, arriesgamos a vivir en autopiloto, sin dirección o control hacia la deriva.
¿Su consejo para evitarlo?
“Comienza con el fin en mente”.
Este tema no ha tenido un mejor ejemplo que con el recién partida del retirado enebeista, Kobe Bryant.
La trágica noticia de su accidente a bordo de un helicóptero, junto a su hija y otras 7 víctimas, logró conmover las emociones de millones de personas alrededor del mundo el pasado 26 de enero de 2020; evidenciando así el gran impacto que tuvo el atleta con tan solo 41 años de vida.
Kobe siempre fue admirado por sus triunfos, tanto dentro y fuera de la cancha (ganó 5 campeonatos, recibió un Oscar, publicó libros, y creció una cartera de negocios), pero con su partida su figura ascendió a un plano casi místico, por personificar una excelencia aspiracional que todos quisiéramos emular. Su famoso lema “mamba mentality” ahora sirve casi de pancarta universal para describir la eterna búsqueda de la mejor versión de uno mismo.
Ahora, siendo alguien que siguió su carrera tan cerca, no podía parar de cuestionar una ironía:
¿Cómo un jugador que fue tan odiado durante su carrera lograra dejar un legado tan querido en su ausencia?
¿Cómo alguien quien fue originalmente culpado por ocasionar la ruptura prematura de una posible dinastía, al influenciar la salida de su compañero estrella Shaquille O’neil, y quien su dirigente—Phil Jackson—lo tildara de arrogante, egoísta e insubordinado en su libro “The Last Season” lograra cambiar tanto su narrativa?
Dicen que el tiempo mejora todo, pero no sin una seria autoevaluación.
Kobe a mitad de su carrera se percató que tenía que cambiar. Aunque la salida de su compañero estrella logró darle el espacio para convertirse en el mejor jugador de la liga, rompiendo récords individuales y liderando la liga como anotador, descubrió rápidamente que para ser reconocido como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos tendría que ganar campeonatos, y para esto, necesitaría aprender a inspirar a su equipo.
El baloncesto, al igual que la mayoría de nuestras carreras, no es una tarea individual. Nuestras metas individuales tienden a estar amarradas a un colectivo. El artista depende de su público, el inversionista del operador, el atleta de su equipo y los negocios del consumidor.
Esto llevó a Kobe a estudiar temas que nos deberían enseñar a todos/as: liderazgo, empatía, paciencia, comunicación, en fin, psicología y conducta humana.
¿El resultado? Dos campeonatos adicionales y una de las carreras más galardonadas de todos los tiempos.
Su evolución no culminó ahí. Cuando por fin aceptó que las lesiones le robaron su efectividad como jugador y sin un equipo competitivo que lo ayudara, anunció su retiro temprano en plena temporada.
Sabiendo que estaba cerca del fin de su carrera como atleta, su enfoque cambió. Luego estar años proyectando una máscara seria, fría, de competidor asesino, comenzó a sonreír. Comenzó a dar más de su tiempo a todos: a la prensa, a sus rivales, a los prospectos que le solicitaban mentoría y a su familia.
En su breve retiro, cuando fácilmente pudo haberse enfocado en crecer su portafolio de inversiones lejos del ojo público, Kobe redirigió su energía a educar e inspirar a los niños a través de la literatura y campamentos deportivos.
Muchos, incluyendo este escritor, no compraban su cambio, hasta que un día leí la siguiente cita:
“Tu legado es lo único en este mundo que puedes controlar. Tu eres responsable de cómo los demás te recordarán, así que no lo tomes a ligero.”
En algún momento que nunca sabremos, Kobe se dio cuenta de su influencia. Entendió que como él se comportaba, lo que él hablara y cómo interactuaba con la gente tenía gran impacto con los demás.
En vez de enfocarse en crecer su capital, optó por inspirar.
Escúchame, por más p***** que eso suene, es algo que uno capta al madurar.
Cuando salí de la Universidad mi reputación era más de “partysero”. Mi energías eran concentradas mayormente en las fiestas y las noches largas. A nivel profesional mi ambición era singular: cuán rápido profesionalmente podía escalar. Cuánto dinero podría ganar. Cuánta atención podía capturar. Vivía con las prioridades equivocadas, enfocado y viviendo solo para mí.
Esto cambió cuando nació mi primer hijo—aunque admito que no fue de inmediato—porque fue la primera vez que comencé a cuestionar el por qué de mis acciones.
Fue cuando comencé a buscar un propósito más allá de un cheque cada 15 y 30 del mes. Comencé a preguntarme...
¿Estaría mi hijo orgulloso de quién soy ? ¿Realmente estoy añadiendo valor?
¿Si muriera hoy, me identificaría con como quisiera que me recuerden?
Esta introspección fue lo que me lanzó a escribir, a dar charlas y producir un podcast con puertorriqueños que motivan.
En una de sus últimas entrevistas Kobe definió lo que ahora pienso que es la definición correcta de un legado grandioso:
“Grandeza para mi es lograr inspirar a la persona al lado tuyo. No es algo que vive o muere con una persona. Es como tú logras inspirar a una persona, para que luego entonces esa persona pueda inspirar a otra. Así es que logras crear algo que durará para siempre. Ese es nuestro reto como sociedad, cómo a través de nuestra historia podemos inspirar e impactar a otros a encontrar su propia grandeza”.
En nuestra isla pequeña es aún más importante. No tienes que ser famoso para dar el ejemplo. Cada uno de nosotros, sin saberlo, tiene una enorme capacidad para servir.
De perseguir sus sueños y motivar.
De dar el ejemplo. De aportar.
De ser empático. De ser una voz, o simplemente de escuchar.
De dar nuestro talento para el beneficio de los demás.
Para así inspirar a otros a actuar.
Ese es el legado que yo sé que tú eres capaz,
Para que te sientas orgulloso cuando, por fin descanses en paz.
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Sobre el autor:
Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Host del programa La Maestría. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.
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Publicado: 05 de marzo del 2020