“La educación de un hombre nunca está completa hasta que muere”- General Robert E. Lee.
Dicen que el aprendizaje es toda la vida, sin embargo, se de muchos que con el transcurso del tiempo lo abandonan. Incluso, conozco a uno en específico que celebró su salida de la escuela como si por fin capturó esa elusiva libertad.
Ese personaje, aunque no lo quiera admitir, fui yo.
Cuando por fin acabé el bachillerato en la Universidad de Puerto Rico (UPR-Río Piedras) la euforia era real. Celebré la emancipación del sistema compulsorio de la educación formal como si no hubiera mañana {Solo diremos que fue un poco intensa}.
Andaba lucío con la idea de que por fin era libre. Libre de tener que sentarme horas a estudiar lecturas anticuadas, de tener que aprobar evaluaciones “objetivas” y más que nada, de aguantar aquellos dictadores… disculpa… profesores.
Juraba que a pesar de que me faltaba mucho por aprender, con una oferta de empleo en mano, por fin iba a dejar de estudiar para comenzar la “vida real”.
Domingo Faustino Sarmiento tenía razón… “La ignorancia es atrevida”
No importa la edad, cuando nos graduamos de la escuela, cambiamos de industria o intentamos adquirir una destreza nueva, nunca dejamos de ser estudiantes.
Al comenzar cualquier práctica nueva, somos literalmente unos extranjeros. Totalmente desconocidos. Aunque estemos equipados con unas destrezas básicas de razonamiento que nos permiten ejecutar ciertas tareas, no estamos listos para ser practicantes competentes.
Si queremos convertirnos en aquel ebanista, que logra moldear sus materiales primarios en una obra de arte, primero tenemos que dominar la primera destreza: ser un aprendiz.
En otras palabras, en ser un estudiante.
Entonces, si este proceso nunca acaba—a pesar de mis sueños ignorantes—¿Cuál es la manera más efectiva de aprender? O, mejor dicho, ¿Cómo aceleramos el proceso de aprendizaje con fines de obtener una maestría en la materia que tanto anhelamos?
¿Será por la lectura?
Definitivamente la autogestión a través de la lectura es una. He discutido anteriormente sobre el impacto que esto ha tenido en mi vida aquí, sin embargo, si somos sinceros, cada vez tenemos más distracciones.
La lectura hoy día compite con Facebook, Instagram, Twitter, Netflix, Amazon Prime, HBO, el cine, los periódicos locales e internacionales, las ligas deportivas, Las Kardashians (no juzgamos), los eventos especiales y la crianza.
Me cansé de solo listarlo.
Añádele, el hecho de que tal vez no es la manera más eficiente de absorber el contenido —¿quizás te tardas demasiado leyendo para luego olvidarlo? — o quizás eres de aprender escuchando, consumiendo un contenido grabado, o eres más visual, y optas por el video.
Si este es tu caso, pues quizás prefieres aprender a…
¿A “cantazo”?
El consejo clásico de tus papás. El consejo genérico que todos comparten en las redes sociales.
“Hazlo y aprenderás en el camino”.
Aunque definitivamente estoy de acuerdo que la práctica es la mejor forma de aprender, también vale recalcar que, a pesar de ser la manera más efectiva, también resultará ser la más dolorosa. Aun cuando logras familiarizarte con el proceso, ¿cómo vas a poder distinguir si lo que estás haciendo es correcto o eficiente, con poca o ninguna retroalimentación?
Difícil si eres un novato.
Si intentas una actividad con poca instrucción, en la cual existe una brecha muy grande entre tus capacidades y la tarea por realizarse, podrías frustrarte al borde de querer quitarte por completo.
Entonces, luciera cierto que la manera más rápida y efectiva de aprender algo nuevo es a través de…
¡Un Maestro, “Coach” o Mentor!
En su libro “Real Artists Don’t Starve”, el autor Jeff Goins relata sobre cómo los artistas medievales y renacentistas primero tenían que probarse a través de un aprendizaje (internado). Debido a la escasez de los libros en aquel tiempo, se esperaba que estos jóvenes fueran instruidos y entrenados por un maestro experto, por un tiempo promedio alrededor de 7 a 10 años.
Lo sé, los tiempos han cambiado.
Ahora, si bien es cierto que la retroalimentación inmediata es vital para acelerar el proceso de aprendizaje y que llevamos siglos promoviendo el modelo de aprendiz, ¿por qué es que cuando converso con mis colegas, la mayoría se queja de la ausencia de mentores?
¿Hay menos mentores y maestros dispuestos en el siglo veintiuno o es que estamos cometiendo errores a la hora de reclutarlos?
Rehuso pensar que es la primera, por lo que, les comparto 6 errores que debes evitar a la hora de reclutar mentores:
1) Te fuiste muy directo.
Déjame preguntarte, cuando te gusta alguien que aún no conoces bien, ¿vas directamente a la persona para explícitamente declararte?
¡Tú me encantas!… ¿Quieres ser mi novio (a)?
Aunque esta estrategia te funcione, estoy seguro de que no debe ser la más usada, ni la más exitosa.
La definición literal de un mentor es un maestro, consejero o guía de una persona.
En otras palabras, son seres humanos. No sé por qué (también he pecado de esto), podemos idolatrar a estas personas quienes quisiéramos que fuesen nuestros mentores. Como si fuesen estos entes omnipotentes quienes nos van a enseñar sus “poderes de la fuerza” — algo como la relación de Máster Yoda y Luke Skywalker.
No caigas en esto. La mentoría al final del día es una relación como cualquier otra. Requiere de esfuerzo, tiempo y dedicación. De igual forma, se beneficia de intriga, misterio y un intercambio mutuo de valor.
Lo que me trae a mi segundo error.
2) Olvidas que tú también puedes aportar algo a la mesa.
Aunque no lo creas, no importa la edad, estatus o capacidades, tú también tienes algo que aportar.
Lo que tal vez careces en experiencia y conocimiento en la materia que buscas desarrollar, a lo mejor tienes en alguna otra área útil que esta persona no tiene.
Antes de conocer a esta persona y explícitamente pedirle “Me encantaría que seas mi mentor(a)”, intenta averiguar un poco más de él/ella.
¿Qué trabajos o proyectos están trabajando actualmente?
¿Qué tema está comentando públicamente donde podrías compartir tu opinión?
¿Qué necesidades podría tener en donde tu podrías ayudar?
Podrías ofrecer tu perspectiva de temas que esta persona desconozca. También podrías añadirle valor enviándole artículos, libros o referencias de trabajos que le podrían beneficiar o simplemente agradar.
3) Te ofendes cuando no te responde
Paciencia mi pequeño saltamonte, paciencia. Aunque estés ansioso por aportar, esta persona muy probablemente tenga una agenda más cargada y ajetreada que la tuya.
Empieza pequeño. Compártele una anécdota detallando cómo su trabajo te ha impactado y o influenciado positivamente.
Pregúntale alguna duda específica de su campo.
Invítalo(a) a un café cerca de su trabajo. Házselo fácil. Ponte siempre en sus zapatos.
4) Te enfocas solo en ti
El problema con pedir mentoría sin conocer a la persona bien y sin invertir tiempo en primero desarrollar una relación es que prácticamente estás imponiendo un trabajo voluntario — disfrazado con el título de mentor— que requerirá horas adicionales de esta persona (las cuales tal vez ni tiene) para primordialmente solo beneficiarte a ti.
¿No te has percatado que cuando estás en una relación de pareja que está siendo cargada por sola una persona, la misma tiende a llevar una fecha de expiración?
Pues las relaciones de mentoría no son distintas. No seas esa persona que solo piensa en que le puedes sacar a la relación cuando puedes re-imaginar la misma como un intercambio mutuamente beneficioso.
5) Buscas consejos sin saber qué quieres o sin antes intentarlo.
¿Pero no habías dicho que la mejor forma de aprender es a través de un mentor?
¡Sí, pero eso no significa que te vas a recostar!
No tienes que esperar por el mentor para primero comenzar. No hay mucho que el/ella te pueda aconsejar fuera del consejo genérico “inténtalo”.
Sobrepasa esa primera etapa. Además, al comienzo, es mejor aclarar estas dudas básicas con pares que respetes. Mediante la práctica, irás identificando si esta actividad que quieres desarrollar vale la pena, a la vez que lograrás identificar lagunas específicas, las cuales serán más interesantes para preguntarle al mentor.
Como dice el viejo proverbio budista, “Cuando el estudiante está preparado, el maestro aparece”.
6) No diversificas tu red.
Todos queremos mejorar en múltiples áreas. Solo porque yo admire a un autor, no significa que esta persona sea un ejemplo ideal como papá, atleta, marido, amigo etc.
Tampoco necesitas tener 20 mentores, pero puedes ir organizando una lista de personas diversas con distintas perspectivas, industrias y cualidades que quieres emular o añadir a tu repertorio de capacidades. Así estarás invirtiendo conscientemente tu tiempo en relaciones que lograrán formarte a ser mejor persona.
Al final del día estas relaciones no tienen que llevar títulos. No necesariamente tienes que pedirle a alguien directamente que sea tu mentor. Mejor enfócate en añadir aliados más experimentados que tú a tú círculo cercano.
Verás que lograrás acelerar tu crecimiento, aprenderás de sus experiencias, te reirás de sus vivencias y te divertirás simplemente forjando nuevas amistades.
Y quién sabe, con el tiempo y la práctica, sin darte cuenta, verás cómo pasarás de ser un estudiante, a ser el maestro.
Solo esperemos que tu pupilo sepa cómo iniciar el acercamiento.
Sobre el autor:
Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Pasado Presidente del Capítulo Profesional de ALPFA Puerto Rico. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.
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Publicado: 28 de febrero del 2018