Ser artista hoy día es mas elogiado y respetado que nunca.
Tu imagen cubre rascacielos en portadas de cartelera, almacenas un sinnúmero de seguidores, y claro, puedes ganar muy, pero muy buen dinero.
Sin embargo, no siempre fue así. Durante la edad medieval los artistas eran considerados laboradores manuales. No era una profesión admirada, su compensación era ligada a comisiones bajas y ni soñar con formar parte de la clase aristócrata.
Dependían exclusivamente de patrones—profesiones más adineradas como los banqueros, comerciantes, la iglesia, y la realeza para subsistir.
Solo unos pocos eran contratados, por lo que la mayoría que aspiraba a ser artista tendría que aprender a sobrevivir hasta por fin ser escogido por algún patrón.
Esta imagen del artista sobreviviendo con poco fue incrustada aún más en nuestro subconsciente gracias a la gran obra del escritor francés Henri Murger, quién con su famosa publicación “Escenas de la vida bohemia” (“Scenes de la vie de boheme”) romantizó la inestabilidad del artista—la eterna bohemia, el romance frecuente del espíritu libre, y la ingeniosidad necesaria para descifrar cómo iba a cenar esa noche.
De esta obra nace el famoso mito del “starving artist” o el artista empobrecido.
No soy abogado, pero si tuviera que probar la veracidad del mito, tendría una larga lista de evidencia:
El renombrado pintor Vincent Van Gogh vendió una sola pintura en vida. El icónico escritor Edgar Allan Poe fue encontrado muerto en un barrio en Baltimore, sin un centavo a su nombre. Nuestra heroína boricua, Julia de Burgos, fue enterrada inicialmente en total anonimato en la ciudad de Nueva York hasta por fin ser identificada por parientes boricuas meses después.
Son estas historias las que nos asustan. Las que nos detienen.
La razón porque categorizamos el arte como un “hobby” y no como una carrera seria.
Aprendemos esto de nuestras influencias a temprana edad y armados con ese mismo miedo, alertamos a nuestros familiares, amigos, colegas y propios hijos de cometer ese “error”.
Les decimos…
¿Quieres ser Artista?... ¿Tú te quieres morir de hambre, o qué?
Logrando así la pérdida de otro artista.
Tal vez me dirás...
¡Es que es por su bien! Es muy difícil. Riesgoso. ¡Prácticamente imposible!
Te entiendo. Es un consejo bien intencionado. Nadie quiere ver a un amigo o un familiar, topándose con decepciones, sobrepasando adversidades, ni sobreviviendo día a día con poca seguridad.
Así que los redirigimos..
Los enviamos a la Universidad para que aprendan destrezas más fáciles de monetizar. Este es el modelo que conocemos desde la época industrial.
La educación universitaria fue el vehículo que le dio vida al término “upward mobility”—la habilidad que ascender de una clase social a otra.
Comenzó con la medicina y el derecho, pero ahora incluye una variedad de profesiones: ingeniería, finanzas, contabilidad y publicidad entre otras.
El camino está escrito. Tomas unos cursos, sacas buenas notas y al cabo de cuatro años obtienes el famoso papel que certifica que estás listo para comenzar a laborar. Imagínate cuán seguro es este camino que te compensan, sin experiencia.
Protegidos con el manto de seguridad que conlleva ser un empleado, formas parte inmediatamente de la populosa clase media. Y se supone que, si trabajas fuerte, te llevas bien con los jefes y no cometes ningún acto inapropiado, la compañía se encargará de ti.
El sueño americano. El famoso plan. Claro, conciso y objetivo.
Lamentablemente esto no existe en el arte. No hay un manto seguridad. No tienes un paquete de beneficios. No es probable que puedas monetizar tu primera obra. No hay un plan de retiro. No hay una clase media boyante. No hay garantía que en tres años pueda escalar de jerarquía social.
Dependes completamente de tu autogestión.
Si comparas esta opción con el camino de una profesión certificada es lógico entender porque hay más profesionales que artistas. La brecha es demasiado estrecha.
Mayor riesgo. Mayor incertidumbre. Menos claridad.
¿Pero, estamos seguros que este sigue siendo el caso? ¿Sigue siendo tan discrepante un camino del otro? ¿O Podría estar cambiando?
La desaparición del manto de seguridad
Lamento informarte que la seguridad patronal que nuestros abuelos y padres disfrutaron en el siglo veinte ha ido desapareciendo.
Ellos vivieron una edad de oro. Luego del fin de la segunda guerra mundial, la economía creció aceleradamente a través de todas las clases sociales en Estados Unidos. Se estima que entre el 1949-1979 los salarios incrementaron un promedio de 2.2% al año, disminuyendo la inequidad de ingresos entre clases y dándole la bienvenida a la famosa clase media.
Sin embargo, entre el 1979-2007 el salario promedio incrementó apenas un 16.8% en cuarenta años, lo que se significa que, por casi cuatro décadas, los incrementos anuales promedios fueron apenas un 0.6%. Los aumentos en riqueza generados durante esta época fueron absorbidos mayormente por la clase alta, ampliando cada vez más la inequidad de ingresos.
Luego llegó la crisis financiera del 2008. El daño causado por la crisis hipotecaria contribuyó en gran medida a que el salario promedio en el 2010 fuera menos—estimado en un 6% más bajo que en la década del 2000. Razón por la cual muchos economistas catalogaron la primera década del milenio como la “década perdida” en los Estados Unidos.
A este marco económico le añades los efectos de la globalización, la cual gracias a la llegada del internet y los avances tecnológicos en las comunicaciones, el patrono ahora puede subcontratar a una persona de un territorio internacional a un precio más amigable que el mínimo federal y es lógico entender porque el salario promedio en el mercado americano sigue en picada.
La situación es aún más precaria en Puerto Rico.
Desde que el congreso americano aprobó la derogación de la sección 936 en el 2006, nuestra economía continúa en una recesión que ha visto la salida de grandes patrones.
Hemos visto cómo el sector más importante de la isla, la farmacéutica, ha perdido grandes patronos como Checkpoint y Pfizer. De igual manera, hemos visto la consolidación de la industria bancaria, con la salida de Westernbank, RG, Eurobank, Scotiabank y Doral Bank, todas enormes operaciones que empleaban una gran cantidad de boricuas.
Añadele que ni siquiera hemos visto los resultados de los avances en la robótica y la inteligencia artificial, los cuales lograrán estandarizar, automatizar y eliminar decenas de empleos más y me cuestiono lo siguiente:
Bajo estas nuevas reglas de juego, realmente ¿hay un camino seguro?
La nueva seguridad: La Autogestión
Estamos viviendo una nueva realidad. Hay que comenzar a conversar del mercado laboral de manera distinta.
El manto de seguridad patronal que una vez existió para la clase media y baja sigue pareciendo cada día un espejismo del pasado.
Ya no es secreto que no estarás con tu patrono toda tu carrera. Que el sistema del seguro social está quebrado. Que la compañía no te pagará una pensión que asegurará tu futuro financiero.
Tampoco es secreto que hay menos empleos, lo que trae menos mercado para profesionales “del montón”. Todos conocemos abogados en Puerto Rico que no consiguen empleo. Que los ingenieros tienen que migrar para progresar. Que los salarios en agencias de publicidad y contabilidad han mermado o hasta disminuido en los últimos veinte años.
Entonces si ya no existe ese manto de seguridad, si ya hay que ser excelente para subsistir en cualquier oficio, ¿ser un artista y/o emprendedor creativo sigue siendo un camino más arriesgado?
Son estos factores que me llevan a recalcar el desarrollo de más artistas y personas creativas.
Si pecamos en redirigir a nuestros potenciales creativos a carreras más “seguras”, sin apoyarlos a que exploren simultáneamente su vena creativa, sin querer los estaremos destinando a un futuro igual o más incierto por su falta de diversificación. Lo que los financieros le llaman “riesgo de concentración”.
Uno en el cual estarían arriesgando su sustento a diario, y su bienestar económico futuro, en las manos de un patrono, quién lo podría eliminar en cualquier momento.
Ante esta realidad, mejor promover a los jóvenes a que apuesten a ellos. Que exploren esa vena creativa.
Que participen del mercado laboral con cautela, conociendo cuál es su riesgo.
Que practiquen y publiquen su arte gratuitamente para crear su portafolio.
Que su profesión sirva como el patrón que financia su entrenamiento en lo que el mercado lo valida.
Que aprendan las destrezas valiosas que necesiten para asegurar su futuro financiero.
Para que poco a poco puedan ir desarrollándose, y eventualmente, cuando estén listos, logren añadir otra fuente de ingreso, o más descabellado aún…
Puedan vivir de su arte o vena creativa.
Dirás, suena lindo sencillo, pero ¿cómo haríamos esto?
Reforzándolos con una actitud emprendedora de autogestión. Priorizando destrezas transferibles y valiosas: la persuasión (o venta de productos), la redacción, la oratoria, contabilidad, el manejo de finanzas personales, análisis con datos, pensamiento crítico, y el mercadeo digital.
La gran ironía es que son los mismos avances tecnológicos y comunicativos—los que han causado la pérdida de empleos tradicionales—los que han facilitado la comercialización del artista.
Ahora, a través de su propia autogestión, el artista o creativo puede darse a conocer y vender sus productos o servicios al mercado sin tener que esperar a ser escogido por el antiguo patrón.
Armados con estas destrezas, podrán reinventarse o traer al mercado cualquiera (o una combinación) de estos 6 puntos de monetización:
Servicios:
Este es el modelo de negocio más fácil de monetizar, pero el menos escalable porque requiere de un recurso finito: el tiempo. Armados con experiencias, destrezas valiosas y conocimiento, cualquier artista o emprendedor creativo pudiera ofrecer servicios de coaching, consultoría, charlas, o clases a clientes por una tarifa por hora o por proyecto.
Productos Físicos:
Para un artista o un emprendedor creativo, esto serían bienes para vender al detal: libros, un álbum musicales (antiguos cd’s), una pintura u obra de arte. También podrían ser artículos de “merchandising” como ropa, tazas, fotos o cualquier artículo que sea un derivado de la marca que desarrolle el artista.
Este es un poco más complejo porque en el caso de artículos o el libro, podría requerir de un capital inicial para comprar o producir el inventario a vender. El artista/emprendedor tendría que presupuestar los costos de producción del artículo, calcular un costo por unidad, y así fijar un precio por unidad que le genere una ganancia. Además, debe anticipar un estimado conservador para no comprar inventario demás que luego no pueda vender.
Sin embargo, si el mercado tiene demanda, este se podría monetizar sin limites de tiempo.
Anuncios:
Hoy día las personas pueden convertirse en un medio. Sea por redes sociales, página web, podcast o Youtube, si logras conectar con una alta audiencia digital, podrías colaborar con marcas que querrán promover sus productos contigo, tal y como lo hacían previamente con medios tradicionales.
Podrían pagarte una mensualidad por el anuncio o podrías vender un producto en tu red de comunicación y cobrar una comisión por artículo vendido, modelo conocido como “affiliate marketing”.
Esta fuente de ingreso es ideal para el artista o emprendedor que le gusta crear comunidad.
Experiencias:
Modelo más conocido e ideal para el artista que le gusta presentar en directo y a todo color. Conciertos, seminarios, convenciones y retiros.
Similar a vender un producto, debes presupuestar los costos de producción para estimar un precio que genere ganancias. Los eventos tienden a ser más riesgosos, porque su costo de producción usualmente es alto y su rentabilidad (habilidad que genere ganancia) dependerá muchísimo de la venta de taquillas previo al evento. Además que compites con factores externos: otros eventos que compitan para la misma fecha, sustitutos alternos digitales, clima (si es al aire libre) etc.
Mientras mejor puedas incentivar a la audiencia a comprar sus taquillas con días de anticipación, mayor flujo de efectivo tendrás para cubrir costos y menos riesgo tendrás de terminar con una obligación en tus manos luego del evento.
Productos Digitales:
Los productos digitales hoy día son los más atractivos porque son los más escalables. Lo que significa que continúan generando ingresos sin costos adicionales de producción o tiempo requerido del artista.
Son las regalías cobradas por la cantidad de veces que la canción es escuchada en Spotify y Apple Music, mejor conocido como “streaming”.
Son las comisiones que paga YouTube a canales luego de una cantidad de “views”.
Son los libros (lectura y audio) que se venden en format digital en la plataforma de Amazon.
Son los cursos pregrabados “online” que continúan vendiéndose en una página web sin requerir que el artista esté físicamente ahí.
Estos productos no tienen límite, lo que ocasiona que el artista hoy día pueda generar más ingresos que en cualquier otro tiempo en la historia.
Agentes:
Este lo menciono solo por referencia porque es reservado para los artistas que ya son globalmente reconocidos o llevan una trayectoria de éxito, pero de convertirte un líder en tu espacio creativo, podrías ofrecer tus contactos, conocimiento y experiencia para manejar contratos de otros artistas a cambio de una comisión de sus ganancias.
Comparto estos modelos porque creo en la importancia de las artes. Los artistas son los que articulan nuestra condición humana. Los que nos hacen reír, pensar, gozar, llorar y hasta sanar. Los que capturan un momento en la historia para la próxima generación.
A pesar de que la vida de un artista o creativo suele ser denominada más riesgosa porque no se monetiza inmediatamente, no significa que debamos descartar su potencial. Tampoco debemos seguir promoviendo el mismo camino “seguro” cuando el manto de seguridad claudicó.
Si la seguridad patronal es cada vez más escasa, ¿por qué mejor no diversificar?
Nunca ha habido un mejor momento para ser un artista. Las herramientas, el internet, la educación gratuita, la habilidad de comenzar tu portafolio sin tener que esperar a ser escogido.
No hay porque seguir cometiendo los mismos errores de artistas del pasado.
Promovamos a los creativos. Armémoslos con destrezas transferibles.
Conversemos sobre los puntos de monetización y exploremos su viabilidad financiera.
Tal vez así,
podamos por fin,
derrotar el mito
del pobre artista infeliz.
Sobre el autor:
Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Host del video podcast La Maestría con Raúl Palacios. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña a mejorarse para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.
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Publicado: 13 de mayo del 2020